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“El futuro me ha llegado ya”. Edad adulta y envejecimiento de las personas con Discapacidad Intelectual
Persona mayor con discapacidad intelectual
30 de abril de 2021
Un artículo de Nagore Nieto Ripa,
Responsable del Centro de atención Diurna y de Envejecimiento de la Fundación Síndrome de Down y otras discapacidades intelectuales del País Vasco (FSDPV).
Envejecer es un proceso natural que forma parte de la vida de las personas. Es el resultado de nuestros años recorridos, las experiencias vividas, los logros y fracasos, de nuestra salud, de las posibilidades de nuestro entorno, etc. Las condiciones en las que cada persona llega y afronta esta etapa pueden marcar la diferencia entre poder vivirla de una forma más positiva y satisfactoria o todo lo contrario. Sin embargo, esta etapa es algo relativamente nuevo y diferente para las personas con Discapacidad Intelectual (DI en adelante) y las personas con Síndrome de Down (SD en adelante) en particular.
En la actualidad, es más común que personas adultas con SD lleguen a una edad adulta avanzada, alcanzado una esperanza de vida media en torno a los 60 años, cuando hace unos 50 años se encontraba en torno a los 25 (Florez,J. et all.,2015). Estos mismos autores señalan que son muchos los factores que han podido influir a la hora de alcanzar esta nueva realidad: “Han mejorado sustancialmente no solo las condiciones de salud, sino también las sociales y educativas en general, lo que ha permitido aumentar las oportunidades de mejora de las competencias comunicativas, cognitivas, sociales y emocionales”.
Se han vivido cambios importantes y determinantes desde la misma evolución del concepto de discapacidad. Son numerosos los avances en atención temprana, a lo largo de los años se han ido incrementando las experiencias de inclusión escolar en entornos normalizados, hay acceso a una formación continuada, hemos vivido de manera progresiva la incorporación al mundo laboral y cada vez son más las experiencias de vida independiente y autogestión. Todas estas vivencias hacen que las personas adultas con DI de la actualidad sean muy diferentes de las personas de esta misma edad de hace unas décadas, y a su vez serán muy diferentes de las de décadas futuras.
En todo este tiempo se ha trabajo de una manera muy concreta la promoción de la autonomía, jugando un papel importante la prestación de apoyos en cada etapa y sin duda es lo que hay que continuar haciendo. Las personas con DI y las familias están más preparadas para poder trabajar conjuntamente un Proyecto de Vida inclusivo, participativo y satisfactorio pero van a precisar recursos y apoyos accesibles y bien definidos.
Esta nueva realidad supone un reto y una gran oportunidad tanto para las propias personas con DI, como para las familias, las profesionales, las administraciones y la sociedad en general. Tenemos que diseñar y ofrecer servicios adecuados a las necesidades que se plantean en esta etapa tanto para las personas con DI como para sus familias.
Una diferencia importante con el resto de la población es que esta etapa es algo nuevo y no se dispone de modelos o experiencias previas que analizar o sobre las que reflexionar, así como datos o investigaciones suficientes que puedan orientar nuestras intervenciones.
Cada persona envejece de manera diferente puesto que en este proceso intervienen variedad de factores y características tanto familiares como sociales, pero en el caso de las personas con DI además de dichos factores van a depender también el tipo de discapacidad y sus características específicas (Heller,T., 2009).